Archives
De esta poca son los
De esta época son los primeros testimonios de la idea de fundar un periódico en París: en una carta del 7 de agosto de 1848, Eugène Carpentier, futuro administrador de La Tribune des Peuples, le presenta buy Digoxigenin-11-UTP Mickiewicz un presupuesto estimado de lo que costaría un periódico. De cualquier manera, el proyecto debió de haber sido dejado de lado: después de la derrota de Custoza, el Piemonte abandona la guerra, y con ello la Legión se ve obligada a desintegrarse. Al mismo tiempo, el dictador Cavaignac publica una nueva y más dura ley de prensa, que volvía demasiado arriesgado un proyecto de publicación como el que Mickiewicz probablemente quería.
Ya dijimos que las elecciones del 10 de diciembre llevan a Louis napoleón Bonaparte al poder. Para decirlo con una frase de la época, el joven y ambicioso príncipe había logrado “ser todo para todos los hombres”: incluso una parte de la izquierda había sido seducida por sus vagas promesas sociales. Fue también el caso de Mickiewicz, quien, a pesar de sus simpatías republicanas, había escrito desde marzo de 1848 que parecía que la República de 1848 estaba destinada al fracaso por su incapacidad de enfrentar la cuestión social. A su manera de ver, ese revés tendría el efecto positivo de traer de regreso a la dinastía de los napoleones. En una carta del 9 de marzo, el poeta le había escrito a uno de sus amigos sus impresiones ante el miedo de los republicanos de sustituir la bandera tricolor por la bandera roja, que las masas obreras pedían imperiosamente como nuevo símbolo de la patria: “El rechazo de la bandera roja por parte de Lamartine es un mal signo. Él intuye, y el pueblo sabe, lo que esa bandera significa”.
Mickiewicz era heredero de una vieja tradición aún presente en el pueblo francés, pero también en las naciones de la periferia de Europa: en ellas se guardaba el recuerdo de las guerras del primer napoleón, que habían expandido por el mundo los ideales de la Revolución francesa, y habían ayudado a las naciones más débiles a rebelarse frente a los regímenes aristocráticos de sus respectivas regiones. Para Mickiewicz, napoleón era el hombre providencial destinado a osteoarthritis fundar una república auténticamente popular y a proyectarla por el mundo.
A principios de año, Mickiewicz decide pedirle a su amigo, el conde Branicki, el dinero que éste le había ofrecido el año anterior para fundar el periódico. La cena en la que el poeta y su grupo deciden hacer público el proyecto tuvo lugar el 24 de febrero, y su pretexto fue la conmemoración del levantamiento revolucionario del año pasado. A ella asistió el gran socialista ruso Alexander Herzen, quien nos dejó en sus Memorias una crónica deliciosa. Es posible que Bilbao haya ido a esa reunión. Las primeras líneas de Herzen retratan con sentido del humor el carácter que tendrá el grupo a partir de entonces, singularizado por un constante ir de una lengua a otra, y de una tradición a otra: “Cuando llegué encontré que bastantes invitados ya estaban ahí, y que entre ellos apenas habría un francés; pero para compensar, estaban bien representadas las otras nacionalidades, desde sicilianos hasta croatas”. Y continúa así:
Según Herzen, Chojecki, el anfitrión de la cena, había planeado que durante la misma se propusiera un brindis en memoria del 24 de febrero de 1848, al que Mickiewicz respondería con un discurso donde expondría sus ideas y presentaría el proyecto del periódico. Chojecki le había pedido a Herzen responder al discurso de Mickiewicz, pero el carácter reservado del ruso le hizo declinar la propuesta. Y Herzen hizo bien, pues el discurso de Mickiewicz lo sorprendió amargamente:
Ese nombre era, justamente, el de Louis napoleón Bonaparte, que fue invocado por Mickiewicz en el punto culminante del discurso, cuando la alabanza del ideal republicano y anticolonial se volvió defensa de la leyenda napoleónica. Pero a esa defensa siguieron las palabras de un anciano socialista español, quien tomó, en lugar de Herzen, la responsabilidad de responder el discurso de Mickiewicz. El anciano se llamaba Ramón de la Sagra. Arriba citamos ya uno de sus artículos. El ruso recuerda que sus palabras comenzaron de la siguiente manera: